La vi por primera vez de una manera que nunca podría olvidar; era una guanacasteca muy agraciada, su tez morena era hermosa, tendría tal vez unos 19 o 20 años y sostenía en su mano con rabia una rosa roja. No se notaba sus dos meses de gestación. Aquel día, pidió, suplicó, que abrieran el féretro de su amor para depositar la rosa que sostenía ya con solo dos dedos, volvió a suplicar entre lágrimas. Cuando abrieron la tapa, la escena fue conmovedora, tanto que hoy 16 años después me es imposible olvidar aquella imagen desgarradora. Aquella joven se abalanzó contra aquel cuerpo inmóvil; y lo beso, lo beso como si no estuviera sin vida, para luego gritar con toda el alma: Porque, porque me dejaste sola, yo te amo… te amoo
Hoy la vi caminar por su pueblo, tantos años después la reconocí al instante, no lloraba, más bien sonreía sin timidez, con una sonrisa limpia caminaba muy elegante, sigue desgranando una cierta belleza, que se repite en la joven que la acompañaba hoy, mismo caminado, pelo y ojos. Joven que debe ser su hija, esa que en aquel funeral debió llorar en el vientre de su madre por aquel padre que nunca conoció.
Saber cuanto les hizo falta, solo ellas lo sabrán, pero sobre toda la tristeza y dolor que pudieron o puedan aún sentir, por encima de todo eso, está la vida que hay que enfrentarla sin importar como choque contra nosotros. Tomar lo bueno que nos dejó y caminar con una sonrisa elegante.
Hoy la vi caminar por su pueblo, tantos años después la reconocí al instante, no lloraba, más bien sonreía sin timidez, con una sonrisa limpia caminaba muy elegante, sigue desgranando una cierta belleza, que se repite en la joven que la acompañaba hoy, mismo caminado, pelo y ojos. Joven que debe ser su hija, esa que en aquel funeral debió llorar en el vientre de su madre por aquel padre que nunca conoció.
Saber cuanto les hizo falta, solo ellas lo sabrán, pero sobre toda la tristeza y dolor que pudieron o puedan aún sentir, por encima de todo eso, está la vida que hay que enfrentarla sin importar como choque contra nosotros. Tomar lo bueno que nos dejó y caminar con una sonrisa elegante.