viernes, 19 de febrero de 2010

Hoy la vi...dieciseis años despues


La vi por primera vez de una manera que nunca podría olvidar; era una guanacasteca muy agraciada, su tez morena era hermosa, tendría tal vez unos 19 o 20 años y sostenía en su mano con rabia una rosa roja. No se notaba sus dos meses de gestación. Aquel día, pidió, suplicó, que abrieran el féretro de su amor para depositar la rosa que sostenía ya con solo dos dedos, volvió a suplicar entre lágrimas. Cuando abrieron la tapa, la escena fue conmovedora, tanto que hoy 16 años después me es imposible olvidar aquella imagen desgarradora. Aquella joven se abalanzó contra aquel cuerpo inmóvil; y lo beso, lo beso como si no estuviera sin vida, para luego gritar con toda el alma: Porque, porque me dejaste sola, yo te amo… te amoo

Hoy la vi caminar por su pueblo, tantos años después la reconocí al instante, no lloraba, más bien sonreía sin timidez, con una sonrisa limpia caminaba muy elegante, sigue desgranando una cierta belleza, que se repite en la joven que la acompañaba hoy, mismo caminado, pelo y ojos. Joven que debe ser su hija, esa que en aquel funeral debió llorar en el vientre de su madre por aquel padre que nunca conoció.
Saber cuanto les hizo falta, solo ellas lo sabrán, pero sobre toda la tristeza y dolor que pudieron o puedan aún sentir, por encima de todo eso, está la vida que hay que enfrentarla sin importar como choque contra nosotros. Tomar lo bueno que nos dejó y caminar con una sonrisa elegante.

jueves, 4 de febrero de 2010

DOLOR


Dormimos y despertamos juntos muchas veces,
caminamos tomados de la mano y sin distancias
Y cuando uno cree que te domina, que te conoce,
que me escuchas y te entiendo...
Te metes en la piel como el “amor”
sin anuncios y de frente,
como un susurro de dolencia,
un espacio de resuello
como venas finísimas y filosas.
Te posas en la tranquilidad,
para romperla feroz, cruel, con garras
Y te invito nuevamente a caminar por el rosal,
para conquistarte una tarde, con halagos y canciones
tomados de la mano y sin distancias, como todo un caballero
para volver a dormir y despertarnos juntos otra vez.